miércoles, 27 de febrero de 2013

Conocí una dominicana que reniega de sus raíces; nos llama vulgares y sin educación

En este caso estaba frente a una “asesina” de mi patria, de una mujer despiadada que no valoraba el ahínco de nuestros próceres, estaba frente a una pendeja que no valoraba la tierra que la vio nacer.


Como inmigrante, alejada de la tierra que me vio nacer, he logrado acercarme más a mis raíces.
Me siento tan orgullosa de mi bandera tricolor y de esa lucha de independencia, que tengo que verla todos los días en mi escritorio.

Al igual que en otros lugares de las diáspora, aquí en Puerto Rico se siente rebosante ese patriotismo, y debo confesar que se me enchila la piel al seguir con orgullo: “Soy dominicana”, que pertenezco a esa hermosa tierra de “Quisqueya la bella”, bañada por los mares de blanca espuma...

Compartir con miembros de nuestra comunidad, contrario a lo que se pueda hablar de falta de integración y de que podemos andar como “chivos sin ley”, en ese punto no soy tan drástica, entiendo más bien  tenemos una diversidad de pensamiento.

Creo que nuestros hermanos dominicanos buscan orientación en el camino incorrecto y el problema estriba en el liderazgo. Esto es arena de otro costal, que pretendo analizar en otro momento.
Voy al punto. Quiero hacer un planteamiento, y trataré ser bastante objetiva. En Puerto Rico  he socializado con dominicanos de distintos extractos sociales:  millonarios, ricos, clase media y hasta  indigentes.

Son muchas las anécdotas que pudiera contar, algunas vividas en carne propia, y otras narradas por amigos.

Me he encontrado con dominicanos que se avergüenzan de sus orígenes, que lo dicen entre los dientes para que quienes están a su alrededor no lo escuchen.

Recientemente tuve una experiencia con una de esas “estúpidas” (creo que es el epíteto correcto), así le llamo a la gente que se olvida de sus raíces. S alguien sabe uno mejor, me lo deja saber.

Fue hace unas semanas, en un encuentro social. Me presentan a una “susodicha fulana” y a su esposo. Compartimos toda la noche. Dentro de la conversación, y siempre me pasa, sale el tema de que soy dominicana.

Me identifican por mi nacionalidad, no necesariamente por el acento, nunca he tenido uno marcado –eso dicen-  ni cuando vivía en Jarabacoa, porque mi amor por la lectura en voz alta, me ayudó bastante para no decir “acerte” en vez de aceite o “perne” en vez de peine…

En esta reunión, y luego de casi tres horas, es que uno de los presentes me indica que la “susodicha fulana” era dominicana. Yo, dije: ¿Cómo, en serio? a ella se le pusieron los cachetes rojos, parecía que le salía humo por los oídos, pero a la verdad es que creo se le pusieron medio morados, pues es una morena, de color bien acentuado y pelo desrizado.

Yo le indico que me daba mucho gusto conocer una compatriota, pero me inquietó que no lo destacara.
Su esposo –puertorriqueño- la molestó con un comentario de que a ella no le gustaba que le dijeran dominicana e incluso a sus hijos, nacidos en este país.

Su justificación me pareció estúpida, desproporcionar, insultante: dijo que había venido a vivir a Puerto Rico cuando tenía 10 años de edad, junto a su madre y su padrastro.

Que ella tenía más de 40 años, que ama a Puerto Rico –pero, perdón, yo también respeto y adoro esta tierra donde nació mi hijo-  y se considera una verdadera boricua, además de que los dominicanos "son muy vulgares…hablan tan feo, mal educados…"

Ay, ay, ay…ya era yo la que votaba humo por los oídos. Abrase visto cuanta falta de respeto!.
Me dijo que sus hijos nacieron en Puerto Rico y que nunca les habla de la República Dominicana y que no quería que los discriminaran porque ellos son "boricuas". Le pregunté si tenía familiares todavía en el país, y me dijo que dos hermanos de padre “que viven en una zona que no recuerdo… pero creo es algo así como Herrera”.

Diablos!!! Yo estaba que me pinchaban. Quienes me conocían  no se atrevían interrumpir la conversación, sabían que algo podía pasar; algunos reían, y hablaban de lo “buena que son las dominicanas”, pero a mi esos chistecitos no me desenfocaban.

“Oh, pero cual era la vaina”. Debo decir que le agradezco a Dios este don de la paciencia, pues como periodista la he aplicado a lo largo de mi carrera, sobre todo cuando tengo que entrevistar delincuentes involucrados en hechos de sangre, pero reconociendo que mi papel en ese momento es  informar, no juzgar.

En este caso estaba frente a una “asesina” de mi patria, de una mujer despiadada que no valoraba el ahínco de nuestros próceres, estaba frente a una "pendeja" que no valoraba la tierra que la vio nacer.
Dios Santo!!! De verdad que como siempre digo: hay que orar, claro sí.

Para no dejarlos sin el desenlace de esta historia real debo decir que la puse como “chupete”, con altura, educación, como somos los dominicanos, resaltando algunos de nuestros valores históricos y los lazos de solidaridad que nos identifican como dominicanos.

A mis comentarios se unieron  otros valiosos puertorriqueños respetuosos de nuestra  culturas. El esposo de la “susodicha” se disculpó y me dijo: “no le hagas caso, mi mujer es una loca”…

Bueno, un marido que pida disculpa de esa manera,  diciendo que su esposa con la que tiene dos hijos  “es una loca”…me pone realmente a pensar.

Yo levanto mi bandera con orgullo!!! y a ese tipo de personas las espero en la bajadita...

Twitter @gdelacruz11


sábado, 16 de febrero de 2013

No soy delincuente, no trafico, ni fumo; ese humo lo odio, me irrita hasta el alma


Me confundieron con la narco?

Por Gheidy de la Cruz

Era uno de esos días, luego de una agitada semana de trabajo y de hacer un viaje apresurado a mi país, República Dominicana, ante la sorpresiva muerte de un ser querido.

Al igual que toda mi familia estaba abrumada. Nunca estamos preparados para ver partir de este mundo a uno de los nuestros.

Estuve dos semanas en mi media isla, pero mi regreso estuvo plagado de dificultades. Nunca pensé el trauma que traería todo esto cuando llegara al AILA (Aeropuerto Internacional de las América, designado José Francisco Peña Gómez).

Mi hijo de 7 años y yo, llegamos temprano a la terminal (4 horas antes),  por circunstancias que no vienen al tema, ustedes saben lo que representa en el país el transporte.

La fila de chequeo de la aerolínea que nos traería a Puerto Rico tenía muy pocos pasajeros. Qué maravilla!!!
Hice la inspección de maleta, por cierto, prácticamente vacía (como inmigrante tengo la costumbre de dejar prácticamente todo a mi regreso).

Todo fue bastante “ligerito” –era mediados de diciembre 2012- y el volumen de pasajeros es de llegada, no de partida.

Como era temprano, no habíamos desayunado, así que antes de ir a la fila para la zona de control, y de tener mi boleto en mano,  decidimos dar una vuelta, mirar las tiendas, y apreciar los cambios de la terminal, pues nunca lo hago en ese punto por la prisa y las largas filas.

Como no había prisa me detuve en un “gift shop” del lobby, compré una revista y unos dulces. Más adelante, mi hijo divisó una “M” grande de una cadena de comida rápida así que caminamos hasta allí, pero estaba cerrado. 
“Habían quebrado”, nos dijo un maletero que pasaba.

En fin, que le dije a mi hijo que mejor entráramos  “gate” y que dentro, con calma, buscábamos donde comer algo, pues ya teníamos como media hora.

Avanzamos hasta la inspección de Migración, pero, oh sorpresa!!! Estoy en fila, tranquila, porque ya estoy de regreso a mi hogar. El agente de Migración me pide el pasaporte, identificación, boleto aéreo  como corresponde. Me mira de arriba abajo, algo sospechoso y con cierta aptitud (ya saben ustedes como son los “jefecitos” de nuestro país cuando tienen un “carguito”).

Me impresionó que pronunciara correctamente mi nombre y apellido (muy pocas personas lo hacen, por lo general, quienes no me conocen y lo leen de la manera que se escribe lo pronuncian “gueidy”, “jedi”, pero no (jeidi) que es la manera correcta.

Me indica el inspector que debo salir de la fila e ir escoltada a otra línea y que él se quedaría con mi pasaporte. –Recuerden amigos que me leen, que estoy narrando un hecho que me ocurrió en República Dominicana-.

De inmediato se acercan dos oficiales y me conduce al primer punto de inspección. Paso por la puerta de detección de metales y coloco mi equipaje de mano.  Mi hijo y yo pasamos por la zona sin problema, como es.

No obstante, y pese a ver que no llevábamos nada prohibido, me solicitan detenga mis pasos y pase a otro punto, el de la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD), para una prueba de explosivos y sustancias controladas, eso atiné ver.

Estaba algo intrigada, no sé si nerviosa. No iba a pelear, sobre todo porque esto ocurre frente a mi hijo, y entiendo es un procedimiento, supuestamente al azar.

 Me dije: “El que nada debe, nada teme”. No soy una delincuente, traficante, no fumo ni un cigarrillo, ese humo lo odio, me irrita hasta el alma.
Dos ofíciales, sentados con un sofisticado equipo, toman como unos pañitos, parecido a una gaza y me hacen el procedimiento en mi correa y manos para una prueba. Claro, todo negativo. Nunca he manipulado explosivos, no vendo droga, no he matado, violado, atracado…en fin soy una persona normal que no busco lo fácil para vivir mejor.

Soy feliz con lo que Dios me ha dado, aunque tengo mis aspiraciones de seguir creciendo.

No se me llenan los ojos con banalidades que se tienen hoy día, sobre todo en nuestro país donde cualquier “pelagatos” tiene una mansión y un carro del año sin dar un sólo golpe.

En nuestro país la gente vive pendiente a la marca de la ropa, al carro que tiene el fulano, el celular moderno de última generación, tienen más cosas materiales que los mismos que viven en el exterior y que tienen mayores ingresos.

Los que emigramos y trabajamos de manera honesta tenemos que vivir el día a día, pagar renta, cubrir todas nuestras necesidades. Muchos hermanos dominicanos, que no han tenido la suerte de obtener un buen trabajo, tienen que laborar largas jornadas como obreros, y encima enviar ayuda a sus familiares.

Pero, retomando el tema de la inspección que me tocó en el aeropuerto: caminé tranquila. Lo único que me preocupaba era lo inquieto que estaba mi hijo con una de preguntas del por qué hacían eso. Ya el conoce la rutina cuando viaja, esto era algo nuevo para él.

Me hicieron una segunda prueba, esta vez en mi cartera, y por supuesto que fue negativo. La única droga que he visto en persona, en mi vida,  es la que incineran en la DNCD cuando solía cubrir, como periodista, esa fuente.
Muchos me miraban, a mi no me dio vergüenza. Tengo una autoestima que llega al cielo.  El procedimiento puede resultar un bochorno.

Fue una experiencia no grata, pero sirve  preguntarme ¿Qué vieron en mi sospechoso? Alguien me dijo que probablemente por el estilo que llevaba ese día (pantalón vaquero y botas).

Cómo es posible que miles de personas “mulas” logren pasar por estos puntos de inspección cargados de droga  o con millones de dólares y euros producto del lavado del narcotráfico, si son tan rigurosos.
Ojalá las autoridades estén bien prestos para combatir el narcotráfico como se debe, pues a mi humilde entender para alguien pasar cargado de drogas debe tener una conexión interna, sin duda.

Esta historia sigue. Si creyera en que le echan a uno un ‘fucú” o “guanguá” pensaría que me levanté con el pie izquierdo ese dí.

Luego que paso por ese amargo momento y me dirijo a la fila de inspección, ya con mi pasaporte y mis documentos nuevamente enfrento otra incomodidad.
 La joven inspectora me pregunta cuantos días estuve en la República Dominicana. Le indico: –dos semanas-.

Luego, me pregunta desde cuándo mi hijo se encontraba allá, le digo” -que el mismo tiempo que yo. Llegamos juntos-.

Ella me mira y me cuestiona. Me dice que le estoy mintiendo,  que debo pasar a la caja de pago porque debo el exceso de días que estuvo mi hijo en el país, ya que es ciudadano americano.

Le explico que es imposible, y que en mi pasaporte está la prueba. La oficial me cuestiona nuevamente, y dice que mi hijo tiene dos meses en la República  Imagínense como me pongo. Otra “vaina” mas.

Le digo que es imposible y le reitero que en el pasaporte está la evidencia de entrada. Le pido que me lo pase para mostrárselo, y me dijo que no. Ahí me acaloré porque ya me estaba dando cuenta que había una doble agenda.

Ante su negatividad, le exigí llamara un supervisor, y cuando llega le explico la situación. La señora –inspectora de migración-  sigue con la misma alegación.

Cuando por fin me permite ver el pasaporte, veo que le habían ponchado el pasaporte a mi hijo con una fecha incorrecta el día que entramos. Pensé que esos errores en mi país ya no ocurrían. Dios Santo!  

Por qué hablar a medias y no decir desde el principio lo que pasaba, y permitir que yo diera mi explicación.

Por suerte, conservaba en mi cartera la parte del ticket que utilicé para entrar al país donde se veía claramente la fecha. Me dijo que esto era una dificultad y que para evitar retrasos que pasara mejor a pagar.
Me opuse rotundamente, no iba a pagar por un error que ellos mismos comentiendo. Entré en un intercambio de palabras y le dije que abriéramos un caso de investigación para verificar quién estuvo de turno ese día, y que probablemente las personas que entraron iban a tener el mismo problema.

Finalmente, la inspectora me dijo que me daría un “break”. Qué falta de respeto? una oportunidad de qué, yo tenía mi razón y creo que situaciones como esas no se resuelven con un “break”, ni agendas ocultas. Yo no me estaba robando mi hijo, pero y si hubiese sido el caso, ese “break” habría tenido otra connotación.  Así está nuestro país.

No pagué lo que me querían cobrar porque era improcedente, y punto. No por una oportunidad…realmente hay que escuchar cosas en la vida, sobre todo en un punto de inspección tan importante.
Luego, seguí mi rumbo. Caminé hasta la puerta de salida. Gracias a Dios que llegué temprano al aeropuerto. Pudimos desayunar y abordar a tiempo el vuelo que nos traería a San Juan, Puerto Rico.
De camino pensaba los malos momentos que le hacen pasar a personas inocentes y lamentar que no toman acciones contra las verdaderas plagas del mundo. Así las cosas.

Ah… como verán mi ticket fue ponchado como evidencia de que hubo una inspección, y al llegar a mi casa y desempacar, me encontré con que también los federales habían revisado mi equipaje y dejado la notificación.
Definitivamente, a veces nos levantamos con el pie izquierdo.

En mi próxima entrada hablaré de los puntos de inspección de los aeropuertos. No los cuestiono, todo lo contrario. Me alegra haya seguridad.