sábado, 16 de febrero de 2013

No soy delincuente, no trafico, ni fumo; ese humo lo odio, me irrita hasta el alma


Me confundieron con la narco?

Por Gheidy de la Cruz

Era uno de esos días, luego de una agitada semana de trabajo y de hacer un viaje apresurado a mi país, República Dominicana, ante la sorpresiva muerte de un ser querido.

Al igual que toda mi familia estaba abrumada. Nunca estamos preparados para ver partir de este mundo a uno de los nuestros.

Estuve dos semanas en mi media isla, pero mi regreso estuvo plagado de dificultades. Nunca pensé el trauma que traería todo esto cuando llegara al AILA (Aeropuerto Internacional de las América, designado José Francisco Peña Gómez).

Mi hijo de 7 años y yo, llegamos temprano a la terminal (4 horas antes),  por circunstancias que no vienen al tema, ustedes saben lo que representa en el país el transporte.

La fila de chequeo de la aerolínea que nos traería a Puerto Rico tenía muy pocos pasajeros. Qué maravilla!!!
Hice la inspección de maleta, por cierto, prácticamente vacía (como inmigrante tengo la costumbre de dejar prácticamente todo a mi regreso).

Todo fue bastante “ligerito” –era mediados de diciembre 2012- y el volumen de pasajeros es de llegada, no de partida.

Como era temprano, no habíamos desayunado, así que antes de ir a la fila para la zona de control, y de tener mi boleto en mano,  decidimos dar una vuelta, mirar las tiendas, y apreciar los cambios de la terminal, pues nunca lo hago en ese punto por la prisa y las largas filas.

Como no había prisa me detuve en un “gift shop” del lobby, compré una revista y unos dulces. Más adelante, mi hijo divisó una “M” grande de una cadena de comida rápida así que caminamos hasta allí, pero estaba cerrado. 
“Habían quebrado”, nos dijo un maletero que pasaba.

En fin, que le dije a mi hijo que mejor entráramos  “gate” y que dentro, con calma, buscábamos donde comer algo, pues ya teníamos como media hora.

Avanzamos hasta la inspección de Migración, pero, oh sorpresa!!! Estoy en fila, tranquila, porque ya estoy de regreso a mi hogar. El agente de Migración me pide el pasaporte, identificación, boleto aéreo  como corresponde. Me mira de arriba abajo, algo sospechoso y con cierta aptitud (ya saben ustedes como son los “jefecitos” de nuestro país cuando tienen un “carguito”).

Me impresionó que pronunciara correctamente mi nombre y apellido (muy pocas personas lo hacen, por lo general, quienes no me conocen y lo leen de la manera que se escribe lo pronuncian “gueidy”, “jedi”, pero no (jeidi) que es la manera correcta.

Me indica el inspector que debo salir de la fila e ir escoltada a otra línea y que él se quedaría con mi pasaporte. –Recuerden amigos que me leen, que estoy narrando un hecho que me ocurrió en República Dominicana-.

De inmediato se acercan dos oficiales y me conduce al primer punto de inspección. Paso por la puerta de detección de metales y coloco mi equipaje de mano.  Mi hijo y yo pasamos por la zona sin problema, como es.

No obstante, y pese a ver que no llevábamos nada prohibido, me solicitan detenga mis pasos y pase a otro punto, el de la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD), para una prueba de explosivos y sustancias controladas, eso atiné ver.

Estaba algo intrigada, no sé si nerviosa. No iba a pelear, sobre todo porque esto ocurre frente a mi hijo, y entiendo es un procedimiento, supuestamente al azar.

 Me dije: “El que nada debe, nada teme”. No soy una delincuente, traficante, no fumo ni un cigarrillo, ese humo lo odio, me irrita hasta el alma.
Dos ofíciales, sentados con un sofisticado equipo, toman como unos pañitos, parecido a una gaza y me hacen el procedimiento en mi correa y manos para una prueba. Claro, todo negativo. Nunca he manipulado explosivos, no vendo droga, no he matado, violado, atracado…en fin soy una persona normal que no busco lo fácil para vivir mejor.

Soy feliz con lo que Dios me ha dado, aunque tengo mis aspiraciones de seguir creciendo.

No se me llenan los ojos con banalidades que se tienen hoy día, sobre todo en nuestro país donde cualquier “pelagatos” tiene una mansión y un carro del año sin dar un sólo golpe.

En nuestro país la gente vive pendiente a la marca de la ropa, al carro que tiene el fulano, el celular moderno de última generación, tienen más cosas materiales que los mismos que viven en el exterior y que tienen mayores ingresos.

Los que emigramos y trabajamos de manera honesta tenemos que vivir el día a día, pagar renta, cubrir todas nuestras necesidades. Muchos hermanos dominicanos, que no han tenido la suerte de obtener un buen trabajo, tienen que laborar largas jornadas como obreros, y encima enviar ayuda a sus familiares.

Pero, retomando el tema de la inspección que me tocó en el aeropuerto: caminé tranquila. Lo único que me preocupaba era lo inquieto que estaba mi hijo con una de preguntas del por qué hacían eso. Ya el conoce la rutina cuando viaja, esto era algo nuevo para él.

Me hicieron una segunda prueba, esta vez en mi cartera, y por supuesto que fue negativo. La única droga que he visto en persona, en mi vida,  es la que incineran en la DNCD cuando solía cubrir, como periodista, esa fuente.
Muchos me miraban, a mi no me dio vergüenza. Tengo una autoestima que llega al cielo.  El procedimiento puede resultar un bochorno.

Fue una experiencia no grata, pero sirve  preguntarme ¿Qué vieron en mi sospechoso? Alguien me dijo que probablemente por el estilo que llevaba ese día (pantalón vaquero y botas).

Cómo es posible que miles de personas “mulas” logren pasar por estos puntos de inspección cargados de droga  o con millones de dólares y euros producto del lavado del narcotráfico, si son tan rigurosos.
Ojalá las autoridades estén bien prestos para combatir el narcotráfico como se debe, pues a mi humilde entender para alguien pasar cargado de drogas debe tener una conexión interna, sin duda.

Esta historia sigue. Si creyera en que le echan a uno un ‘fucú” o “guanguá” pensaría que me levanté con el pie izquierdo ese dí.

Luego que paso por ese amargo momento y me dirijo a la fila de inspección, ya con mi pasaporte y mis documentos nuevamente enfrento otra incomodidad.
 La joven inspectora me pregunta cuantos días estuve en la República Dominicana. Le indico: –dos semanas-.

Luego, me pregunta desde cuándo mi hijo se encontraba allá, le digo” -que el mismo tiempo que yo. Llegamos juntos-.

Ella me mira y me cuestiona. Me dice que le estoy mintiendo,  que debo pasar a la caja de pago porque debo el exceso de días que estuvo mi hijo en el país, ya que es ciudadano americano.

Le explico que es imposible, y que en mi pasaporte está la prueba. La oficial me cuestiona nuevamente, y dice que mi hijo tiene dos meses en la República  Imagínense como me pongo. Otra “vaina” mas.

Le digo que es imposible y le reitero que en el pasaporte está la evidencia de entrada. Le pido que me lo pase para mostrárselo, y me dijo que no. Ahí me acaloré porque ya me estaba dando cuenta que había una doble agenda.

Ante su negatividad, le exigí llamara un supervisor, y cuando llega le explico la situación. La señora –inspectora de migración-  sigue con la misma alegación.

Cuando por fin me permite ver el pasaporte, veo que le habían ponchado el pasaporte a mi hijo con una fecha incorrecta el día que entramos. Pensé que esos errores en mi país ya no ocurrían. Dios Santo!  

Por qué hablar a medias y no decir desde el principio lo que pasaba, y permitir que yo diera mi explicación.

Por suerte, conservaba en mi cartera la parte del ticket que utilicé para entrar al país donde se veía claramente la fecha. Me dijo que esto era una dificultad y que para evitar retrasos que pasara mejor a pagar.
Me opuse rotundamente, no iba a pagar por un error que ellos mismos comentiendo. Entré en un intercambio de palabras y le dije que abriéramos un caso de investigación para verificar quién estuvo de turno ese día, y que probablemente las personas que entraron iban a tener el mismo problema.

Finalmente, la inspectora me dijo que me daría un “break”. Qué falta de respeto? una oportunidad de qué, yo tenía mi razón y creo que situaciones como esas no se resuelven con un “break”, ni agendas ocultas. Yo no me estaba robando mi hijo, pero y si hubiese sido el caso, ese “break” habría tenido otra connotación.  Así está nuestro país.

No pagué lo que me querían cobrar porque era improcedente, y punto. No por una oportunidad…realmente hay que escuchar cosas en la vida, sobre todo en un punto de inspección tan importante.
Luego, seguí mi rumbo. Caminé hasta la puerta de salida. Gracias a Dios que llegué temprano al aeropuerto. Pudimos desayunar y abordar a tiempo el vuelo que nos traería a San Juan, Puerto Rico.
De camino pensaba los malos momentos que le hacen pasar a personas inocentes y lamentar que no toman acciones contra las verdaderas plagas del mundo. Así las cosas.

Ah… como verán mi ticket fue ponchado como evidencia de que hubo una inspección, y al llegar a mi casa y desempacar, me encontré con que también los federales habían revisado mi equipaje y dejado la notificación.
Definitivamente, a veces nos levantamos con el pie izquierdo.

En mi próxima entrada hablaré de los puntos de inspección de los aeropuertos. No los cuestiono, todo lo contrario. Me alegra haya seguridad.

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